sábado, 28 de julio de 2007
Me parece que en eso de "reir para no llorar" hay una redundancia. Es el viejo tòpico del payaso triste, el hombre que sufre oculto bajo una capa de maquillaje.
Parece una contradicciòn, una paradoja, pero en realidad es la escencia misma del gesto humorìstico: el hombre a secas, que intenta valerse al doloroso peso de la existencia. Màs o menos decantada, màs o menos subversiva, la palabra humorìstica oculta siempre una incomodidad vital, un descontento.
Porque el humor no es sinònimo de felicidad; la felicidad es màs bien seria, contemplativa, silenciosa.
No estoy seguro si en la confortabilidad del vientre materno la criatura rìe. Pero ya enfrentaba al mundo, la risa se manifiesta siempre con posterioridad al llanto, como en una continuidad de reflejos complementarios. Y esas primeras risas representan un momento irrepetible, el maravilloso estado de la risa bobalicona, la risa salvaje anterior a la palabra, la risa de las cosquillas, la risa estùpida. Porque una vez despojados de ese breve paraìso de la inconciencia, sòlo nos queda la ilusiòn pasajera que, afanosamente, con furia o compasiòn, intentarà remediar la pèrdida. Asì, la risa se convierte sòlo en una versiòn elaborada del llanto, en su lado insurrecto.
Si el payaso triste està siempre en el centro de una carpa llena de otros seres como èl, que se empeñan en ocultar sus rostros tristes bajo el maquillaje de espectador desaprensivo que paga su entrada para reìr con el espectàculo. De modo que quien induce a la risa y quien rìe son sujetos distintos sòlo por los matices de las circunstancias, porque el percutor de su acciòn sediciosa sigue siendo el mismo: el color que provoca reconocer las grietas irreparables de la condiciòn humana.
El pastelazo que recibe el payaso en el momento cùlmine de su actuaciòn devela la posibilidad del ridìculo a la que todos estamos expuestos y tambièn, por lo general, la trabajosa lucha del màs dèbil por sobreponerse a los abusos del màs fuerte; una catarsis reivindicativa o una exposiciòn de la continuidad de la injusticia humana. El dolor y la verdad, el dolor de la verdad.
Las distintas formas de humor tienen que ver entonces con la manera en que cada cual enfrenta los dolores de la vida. Distintas estrategias o humores (en el sentido de los fluidos orgànicos descritos por los griegos) que pueden ir desde el resentimiento hasta el escepticismo, desde la sàtira hasta la ironìa.
El resentimiento ofrece un humor de trinchera, sin compasiòn por el otro, en màs de algùn sentido el de adolescente fanàtico. El esceptisismo, en cambio, desarrolla un humor màs existencial, filosòfico, en el que cabe reìrse con el otro y de sì mismo. En ambos prima una insatisfacciòn de base, pero a diferencia del resentido, el escèptico ya no guarda ninguna esperanza de que las cosas sean distintas...ninguna!
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