sábado, 28 de julio de 2007
Es cierto que muchas veces me olvido de vivir. Me refugio en una u otra cosa, que se convierte en rutina y quizás aquello que más me gustaba, acaba por ser tedioso y desagradable.
Yo creo que el problema es, que casi nunca me pregunto cómo es que se quiere vivir realmente. Y si lo hago, poco me preocupo por alcanzarlo. Simplemente no puedo detenerme a pensar qué es lo que realmente interesa, tengo que vivir porque no hay tiempo que perder, claro... como suele ocurrirle a las personas que van del campo a una ciudad grande y ven que todos van apurados por llegar a algún lugar, pero realmente no saben a donde. Bueno creo que es así. Yo que vivo en una ciudad "grande", he tenido oportunidad de oir a alguien que me dijo: es la misma ciudad la que hace que caminemos rápido.
Vivimos así, como en una gran ciudad que nos lleva. El ritmo de la sociedad, del mundo nos lleva, nos impulsa hacia adelante, nos empuja. Y nosotros sin saber hacia dónde vamos.
En un arranque de idealismo diré que: al ser humano le hace falta resurgir, reencontrarse... porque no sabemos qué queremos, ni del mundo ni de nosotros mismos.
Esa es la razón por la que pretendo resurgir un poco, frenar el impulso de esta vida que me lleva tan vertiginosamente.
Hay gente que no tiene ganas de vivir. Me dan pena y a la vez me generan rechazo (que hace que no pueda quedarme en el mismo sitio con esa gente), porque una cosa es no saber a dónde ir y otra muy diferente es no sólo no saber sino que además, no tener ganas. Me indignan esas personas que comienzan algo, desilusionadas desde un primer momento. ¿Pero cómo se puede lograr que esa gente "resucite"?. De todas formas no creo que esas personas no tengan sueños ni anhelos, simplemente que tienen miedo de realizarlos.
Sin duda alguna, si no se empieza algo con esperanzas, jamás se llegará a ningún lado
Estoy cansado de esperar por promesas vanas, que no llegan, sin detenerme a pensar en el pasado o en el presente, ya sin temer que nada llegue y aceptando que todo pasa; creyendo que nada importa.¡Qué gran mentira!, si cada instante que pasa importa tanto como aquel que está por venir.
Pensar que alguna vez tuve miedo de los demás...no quería aceptarlo y aún no se si lo hago; pero el miedo es lo peor (o mejor según se mire) arma contra nosotros mismos. El que no posee miedo, no posee límites. Pero hay ciertas cosas en que los límites son necesarios. Siento lástima de aquellos que provocan miedo a los demás porque no conocen el límite: esa delgada línea que existe entre nosotros y los demás. La mayoría de las personas cree que los límites se rompen cuando uno es capaz de pasar sobre los otros imponiendo lo que esa persona dice, porque ella lo dice, sin dar argumentos. (...) El haberse dejado engañar es parte de su ignorancia y de creer que los límites deben ser rotos.
No creo que sea así, es más creo que los límites han sido rotos muchas veces ya, ahora el desafío es reconstruirlos. Los límites no existen, los límites de la mente son los más importantes y a la vez difíciles de quebrantar.
El desafío está en saber que no hay límites y reconocer que son necesarios.
Entonces podría decirse que aunque la mente no tiene límites, es necesario, en la práctica, que éstos existan.
Aún así el miedo está. Más que superar el miedo a nosotros mismos, hay que superar el miedo a los demás, al que dirán. Así entenderemos por fin que hemos vencido el miedo a nosotros mismos; el miedo a ser lo que queremos ser, y que no nos acepten. El miedo a nosotros y el miedo a lo externo es, un miedo muy similar que tiene base en la sociedad en que nos toca vivir (...).
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