viernes, 3 de agosto de 2007

En la cara perdida de mi ciudad,
el aire no huele
La noche llega,
como de costumbre,
con una raya blanca en la frente.
Los cuerpos sin forma
se confunden
Muchos cambian la vida
por su esencia
deseando encontrar
desesperadamente
en lo terrenal lo eterno.

En la cara perdida de mi ciudad,
sobreviven y mueren hombres
de mirada vacilante
y de ojos ausentes, sin sombra.
De sus labios cuelgan pálidas sonrisas
con un rencor ahuecado
en un olor de aire enrarecido.
En la cara perdida de mi ciudad,
el polvo de la muerte
habita dentro.

En la cara perdida de mi ciudad...
no hay plazas con frescor ni calles alegres con risas de cristales
ni caricias tenues por el primer ocre del día.
No hay terrazas fundidas en los reflejos tibios de la brisa.

En la cara perdida de mi ciudad...
infantiles almas brotan de la bruma sangrante
del vacío de poniente.
Niños cuyo destino es habitar en la vileza
de un ambiente colérico.

Un niño de mirada plomiza
juega en la soledad del olvido
de las sombras tristes de la tarde.
A su lado
un azul pálido desdibujado
un deformado amarillento
con un resto de blanco mortal.

De un camastro enlutado
pende un brazo
conteniendo aún en la vena
la punzante mortaja metálica
de su infame carcajada blanca.

En la cara perdida de mi ciudad...
los niños llevan en las manos
el roto espejo de lo vivido.

En la cara perdida de mi ciudad...
las calles no se abrazan
haciendo el amor
Es una tierra sedienta de risa
donde sólo anida un invierno
de lluvia oscura y ensordecida.
El sol y la aurora caminan
con botas de charol y plataforma rota.

No hay estallidos de luz.

Sólo princesas baratas que contonean
el nocturno reino de las sombras.
Son destellos de la noche
que guardan en sus manos
frágiles misterios de corazones solitarios
y ofrecen
gemidos simulados
en camas de alquiler.

Son Vestales de la lujuria.
Son la sonrisa vertical de la luna.

Son mujeres...y son madres.
Y su mirada
aún!
desprende un tierno pudor.
Y su cabeza,
aún!
puede erguirse
con un orgullo indestructible.

En la cara perdida de mi ciudad...
polvo de muerte…
rotos espejos…
princesas esclavas de la noche…

La cara perdida de mi ciudad...
se inundó de gotas,
que vistieron la noche
de grises luces de muerte.

Hombres corrientes.
Cuerpos llenos de harapos
regaron la tierra
de rostros sin nombre,
de claveles despeñados
por una lluvia verde metálica
de resplandores Pentagonales.

Fue propagado
por las costuras del planeta.
El viento diseminó sus expiraciones.
Unió nuestras respiraciones
en contra del humedecido puñal.
La Tierra gritó un N N
desgarrado y esférico.
Sus iniciales se anegaron forjadas
en olvido, en silencio, en sangre…

Respirábamos millones
respirábamos miles
luego…
luego… unos cuantos.

Eran sólo hombres corrientes
Eran sólo cuerpos llenos de harapos…

No hay comentarios: