sábado, 28 de julio de 2007
Una prolongada experiencia de soledad induce a una tendencia a la melancolía o la tristeza...
a una ansiedad que lleva a mezclarse con el gentío de lugares concurridos y frívolos como este, donde es posible captar algo de la vitalidad que irradian los demás,si bien sus risas,saludos y juventud parecen estar a una distancia inalcanzable.
Las largas horas sin compañía-que respetidas día a día van agostando las expéctativas de compañía- modifican tambien la mirada del tipo sobre los objetos comunes. Cuando uno vive acompañado, su mirada se focaliza sobre los otros y su atención se centra en las presumibles conversaciones. Las cosas pasan de largo. Uno en cambio vive en soledad, y no habiendo otros ni conversaciones, los objetos se manifiestan en primer plano, con la extrañeza que conllevan.
Un pedestal se transforma en una presencia, tal como las luces de los edificios vecinos vislumbradas entre murallas y árboles. Y en esta misma esfera entran las cosas percibidas en los recuerdos y en los sueños.
Es de algún modo la mirada del realismo, es lo que queda cuando los ideales han desaparecido. En tal sentido, el realismo sería un reajuste permenente de de la mirada ante el aspecto del mundo, realizado a travéz del tiempo por muchos sujetos.
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